Ya hemos hablado anteriormente de otros sentidos de nuestras mascotas, como la vista y su capacidad de ver los colores. Así que hemos pensado que donde cabe uno caben dos, y hablar de otro de los sentidos que nuestras mascotas entrenan siempre que pueden: el gusto.
El sentido del gusto es lo que percibimos cuando una sustancia en nuestra boca interacciona de manera química con los receptores del gusto. Sí, suena un poco redundante.
Los receptores del gusto son unas estructuras localizadas en células específicas de la boca (que suelen a su vez agruparse en las llamadas papilas gustativas).
Cuando algo entra en la boca, algunas de sus moléculas se disuelven en la saliva y contactan con los receptores del gusto. Estos receptores son de diferentes tipos, cada uno reconoce y reacciona a moléculas específicas. Cuando los receptores se activan, la célula manda señales al cerebro. La interpretación de las señales que llegan al cerebro nos da lugar a los sabores.
El ser humano reconoce los cinco sabores que se consideran básicos:
- Dulce. Es reconocido por receptores acoplados a proteínas G (GPCR) que interaccionan con azucares o con moléculas que los imitan.
- Ácido. Es reconocido por unas células llamadas células de tipo III. Cuando un alimento ácido libera iones de hidrógeno, H+, la carga eléctrica desencadena una respuesta celular. No son realmente receptores del sabor, sino receptores del pH, pero el mensaje que se interpreta es de un sabor ácido.
- Salado. El reconocimiento básico lo realizan células mediante canales de sodio. Similar al ácido, la respuesta es iniciada al detectar en la boca a la molécula Na+. Sin embargo, en este caso hay otros cationes (iones de carga positiva) que también lo provocan, como el potasio.
- Amargo. Reconocido por GPCR, es un sabor que surgió en la evolución para avisar al organismo de que hay algo tóxico en el alimento. Se considera el sabor más sensible de todos, pero por las técnicas de cocina y la modernización, el ser humano ha ido perdiendo este sentido.
- Umami. Reconocido por GPCR, detecta principalmente glutamato y aminoácidos.
Además de los propios receptores gustativos, este sentido está muy relacionado con otras sensaciones. La sensación del sabor no proviene únicamente de las papilas gustativas.
Otros elementos involucrados en el sentido son el olor, la textura, la temperatura, y otras modificaciones químicas, como es el picante o la sensación fría de los mentolados.
Perros y gatos tienen papilas gustativas
Lo que quiere decir que los perros y los gatos tienen sentido del gusto. Aunque nosotros tenemos más.
Los humanos tenemos unas 10.000 aproximadamente, frente a 2.000 en perros y 1.000 o menos en gatos. Tenemos la ventaja de tener una lengua más grande.
A cambio, ellos tienen una ventaja para disfrutar de los sabores mejor que nosotros.
Podemos suponer que, en perros y gatos, la influencia del sentido del olfato sobre el gusto es mayor que en nosotros.
Después de todo, tienen un sentido del olfato más fuerte. Un ser humano tiene entre 5 y 10 millones de receptores olfativos. Un perro tiene entre 50 y 200 millones dependiendo de la raza. ¡Los sabuesos pueden alcanzar los 300 millones!
Los gatos se cree que andan entre 50 y 200 millones de receptores como máximo, por debajo de los perros, pero muy superiores a los humanos.
A tu perro le gusta el agua más que a ti
Los perros distinguen los sabores de manera similar a nosotros. Los perros saborean la comida y son capaces de distinguir los cinco sabores básicos.
Es normal, llevan compartiendo nuestros restos del plato durante miles de años, adaptándose a nuestras dietas. Los perros reflejan la historia humana.
Por eso los perros son omnívoros, mientras que los lobos, sus primos salvajes, siguen siendo carnívoros.
En comparación con los lobos, los perros han desarrollado un gusto por el dulce, por sus cambios en la alimentación.
Lo que no evita que les siga atrayendo la proteína animal y la grasa.
Una diferencia con los humanos es el umbral del salado. Para los perros, el salado es menos agradable que para los humanos. Se cree que es porque su antigua dieta basada en carne era muy salada, por lo que añadir más sal de otras fuentes externas pondría en riesgo su salud.
Además, perciben el agua de manera distinta. Tienen una serie de papilas gustativas en la punta de la lengua especiales para el agua. Estas papilas son más sensibles después de estar en contacto con productos salados y/o azucarados.
La teoría es que incentivan que el animal beba agua después de alimentarse, para evitar problemas de deshidratación.
En los perros el olor de la comida es especialmente importante. En un animal que es capaz de olfatear cinco veces por segundo, ese sentido es el prioritario para decidir si se van a comer algo.
Cuando el alimento pasa la prueba del olfato, es infrecuente que lo descarten luego al meterlo en la boca.
Por eso la comida con olores fuertes les atrae más. Es un truco utilizado en la comida para perros enlatada, que tiene un olor potente para hacerla más atractiva.
Sí, tu gato come hierba
Los gatos distinguen los sabores, pero no igual que perros y humanos.
Los gatos tienen una capacidad del gusto muy desarrollada para detectar aminoácidos en la comida. Podríamos decir que saborean los aminoácidos del alimento con más fuerza que los humanos.
Por eso les gusta el sabor del umami, por encima de los otros.
Tiene sentido: los gatos son muy carnívoros en comparación a los perros. Tienen una predilección alta por la carne, por alimentos ricos en proteínas y en grasas.
Además, no pueden detectar el sabor dulce. Es el sabor que no perciben. Los alimentos dulces carecen de encanto y atractivo para ellos.
Al ser carnívoros estrictos, el dulce no era parte de su alimentación. La lengua no tenía ningún interés en convencer al animal de que se pusiera a chupar cañas de azúcar.
Quizás alguno, con la parte del carnívoro estricto, se pregunte por qué ha visto a su gato comer hierba.
Los perros también lo hacen, pero aquí podríamos justificar que son omnívoros. Y perros. Los perros tienen esa costumbre de meterse casi todo lo que encuentran el suelo al menos una vez en la vida en la boca.
Cuando son jóvenes, ambas mascotas lo hacen por exploración. Están aprendiendo del entorno.
Otras razones, tanto en perros como gatos, pueden ser aburrimiento, para combatir parásitos intestinales en un rasgo conservado a lo largo de la evolución o por deficiencias nutricionales, quizás en fibra.
En el caso de los perros, se cree que también lo hacen para provocarse el vómito. Los gatos son demasiado elegantes para caer en ese comportamiento.
Otra cosa que tienen en común con los perros son los receptores del agua en la punta de la lengua. En eso somos los humanos los raros al carecer de ellos.
Otro detalle, los gatos mastican menos la comida que los perros y los humanos. Algunos expertos consideran que esto hace que le den más importancia al tacto de la comida dentro de la boca.
Como una prueba adicional, deciden según la textura si tragar o no lo que se han metido en la boca.
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