Muchas veces, si conoces una patología en humanos, la conoces también en gran medida en perros.
La hemofilia en perros está incluida en esa afirmación.
La hemofilia es una patología de la sangre, con base genética y hereditaria, que provoca alteraciones en la coagulación.
Hay dos tipos principales, ambos con herencia ligada al cromosoma X en forma recesiva:
- Hemofilia A en perros. Mutación en el gen F8, que causa un déficit en el factor VIII de coagulación.
- Hemofilia B en perros (enfermedad de Christmas). Mutación en el gen F9, que causa déficit en el factor IX de coagulación.
La diferencia entre la hemofilia A y B en perros se debe al gen afectado.
Al estar ligados al cromosoma X, la transmisión del gen mutado es frecuentemente por la madre, que es asintomática. Habría un 50% de posibilidades de que los hijos machos sufrieran la enfermedad, mientras que las hijas hembras serían portadoras en su lugar.
Suelen ser heredadas, pero hay casos registrados de aparición de la enfermedad por mutación espontánea en el afectado.
Son los dos trastornos genéticos asociados con hemorragias graves más frecuentes después de la enfermedad de Von Willebrand.
Sí, aunque es un error común, la enfermedad de Von Willebrand no está catalogada dentro de las hemofilias.
A diferencia de las hemofilias, no se transmite en el cromosoma sexual X, es autosómica recesiva, por lo que los animales tienen el mismo riesgo con independencia del sexo. Las hemofilias son más frecuentes en machos que en hembras.
Además, es una enfermedad más leve. No afecta a la cascada de coagulación, sino a la capacidad de las plaquetas de adherirse y agregarse para formar tapones durante las hemorragias.
Una de las formas de distinguirlas es aprovechar esta diferencia de gravedad. Si existe el síntoma de tener dolor o rigidez en músculos y articulaciones, puede deberse a las hemorragias internas y son frecuentes en las hemofilias, pero no en Von Willebrand.
El gen alterado es el gen VWF, y los animales pueden pasar toda su vida sin dar síntomas ni tener complicaciones. Algún día hablaremos de ella.
El manejo de la hemofilia en perros es problemático. No hay cura para ella, aunque ya están desarrollándose proyectos basados en la terapia génica.
El único tratamiento establecido es la transfusión de plasma fresco congelado o crioprecipitado para incorporarle el factor de coagulación del que carece de manera natural.
El crioprecipitado no contiene factor IX, por lo que esté método solo serviría para la hemofilia A. De la misma manera, el suero es peor tratamiento para la hemofilia A que para la B.
Por eso es importante distinguirlas.
También se ha probado la síntesis en laboratorio de los factores de coagulación. En el caso de la hemofilia A, los resultados a corto plazo han sido satisfactorios.
La recuperación y gravedad de la patología no son iguales en todos los afectados. La deficiencia en los factores de coagulación depende del tipo de mutación que sufran. Por supuesto, cruzar perros que tienen, o son portadores, de los genes mutados para cualquier hemofilia es una idea horrible y debe evitarse siempre.
La cascada de la coagulación y síntomas de hemofilia en perros
La cascada de coagulación comienza por dos rutas diferentes, la intrínseca y la extrínseca, que convergen en una ruta común. Es literal, se llama así.
La vía extrínseca se llama así porque la coagulación comienza debido al factor III o factor tisular, que se encuentra en ciertos tipos celulares. En condiciones normales, está oculto.
Sin embargo, cuando hay una herida y ruptura de los vasos sanguíneos, el factor tisular (principalmente el de fibroblastos) entra en contacto con la sangre y comienza la coagulación.
La vía intrínseca es más lenta, pero es necesaria para la amplificación de la coagulación y su regulación. Se llama así porque, a diferencia de la anterior, todos los componentes que participan se encuentran desde el principio dentro de la sangre.
Los factores VIII y IX, responsables de las hemofilias A y B respectivamente, son parte de la vía intrínseca. El factor IX requiere del VIII como cofactor durante la cascada para llegar a la vía final común.
Por eso, si se hiciera una prueba de coagulación siguiendo la vía extrínseca y la final, un paciente con hemofilia tendría unos tiempos normales. Los pacientes son capaces de coagular la sangre, pero con menos eficacia que un individuo sano.
Se considera que un caso es muy grave cuando la cantidad y/o actividad de cualquiera de los dos factores es inferior al 1% frente a un individuo sano.
Los síntomas de hemofilia en perros son el sangrado excesivo, hematomas, dolor en articulaciones, sangrado nasal, anemia y debilidad.
Hemofilia A, factor VIII
Es la más frecuente de los tipos de hemofilia en perros, y puede darse en todas las razas. Sin embargo, es especialmente frecuente en el Pastor alemán (causada por dos mutaciones independientes entre ellas), seguido de otras razas como el Doberman pinscher y el Labrador retriever.
La enfermedad tiende a ser de mayor gravedad en razas grandes que en pequeñas.
El diagnóstico definitivo se hace midiendo la capacidad coaguladora del factor VIII, para descartar otros problemas de la cascada.
El gen F8 es muy similar entre humanos y perros, y la proteína resultante tiene las regiones funcionales clave idénticas en ambas especies. Esto permite, en gran medida, que las investigaciones en cualquiera de las dos especies se pueden aprovechar para la otra.
Una de las mutaciones habituales es la inversión en el intrón 22. Esta misma mutación se ha encontrado en casi la mitad (aproximadamente el 40%) de los humanos con hemofilia A grave.
Hemofilia B, factor IX
Menos frecuente que la anterior, hay registradas aproximadamente 25 razas de perro en las que puede darse la patología.
Quizás la raza de perro donde más se ha estudiado esta patología, y por lo tanto con la que más se ha relacionado, es la Lhasa Apso.
Igual que la anterior, las razas grandes lo pasan peor.
La proteína resultante del gen F9 tiene una similitud del 86% con la humana, si comparamos las secuencias de aminoácidos.
Hay variantes genéticas de la enfermedad que son específicas de razas. Es decir, la mutación responsable solo se ha detectado en esa raza. Esto ocurre en ambas hemofilias y es importante para tener en cuenta.
Un test pensado para detectar una hemofilia en el Schnauzer miniatura muchas veces no va a reconocer la patología en un Setter irlandés. Porque la misma enfermedad, causada por una mutación distinta, no sería detectada en esas pruebas.
Por eso muchas pruebas genéticas para patologías en perros añaden la raza o variante genética que detectan. Una de ellas, y siendo subjetivos diremos que la más fiable, es el test genético para perros de Koko.